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lunes, 25 de octubre de 2010

Mi querida Madre

Creo que cometí una gran idiotez. No he escrito desde hace unas dos semanas, y la razón es que perdí el diario, y mágicamente apareció hoy bajo mi almohada. Eso es lo que hacen las niñas y los maricas, ¿Qué hacia mi cuaderno allí?! (Incluso llamar a esa cosa diario me hace sentir como un estúpido). Era obvio que alguien lo había tomado. Desapareció el día que Lenz se fue de aquí. Dudo que él lo hubiese tomado, pues le resultaría mucho más fácil leerme la mente que tratar de descifrar mi espantosa letra. No es que me importara mucho escribir, es que si alguien leyera todo esto…creo que eso no importa. En fin, lo que me preocupaba y que menos quería en la vida era que mi mamá lo leyera. Y a si fue. No me lo dijo, ni hiso nada para que yo me diera cuenta, excepto que ayer vino mi queridísimo, estimado y simpático amigo el doctor Watson.
Yo llegaba, como siempre, hastiado de la escuela. Entre y lo primero que vi fue a mi madre sentada en el sofá, sosteniendo una tasa en sus pequeñas manos. En cuanto entre bajo la mirada, iba a decir algo pero el doctor Watson la interrumpió. No pude evitar dejar escapar una mueca de desagrado cuando me saludó:
-Buen día, joven- permanecí callado, tratando de escupir al menos dos palabras que no fueran ofensivas.
-Emm…eso- di media vuelta rápidamente decidido a subir a mi habitación.
-Kreuz, quisiera hablar un momento contigo-respire hondo, muy hondo. Me di cuenta que mi madre aprovechó para escapar a la cocina mientras estaba de espaldas.
-¿sí?
-Tu madre está preocupada por ti. Dice que has estado muy raro estos últimos días, que regresas siempre con rasguños nuevos…
-Es propio de la edad, supongo.
-Pues eso parece. Dime una cosa ¿Hay algo que te aterre? Algo como pesadillas.
-No- vi que el viejo Watson iba a decir algo, pero me adelanté a él-Estoy perfectamente bien, señor. Sin alucinaciones, sin pesadillas, ni drogas, ni alcohol ni nada por el estilo.
-Por favor, muchacho, confíe en mi. Le aseguro que solo intento ayudarle, intento hacer mi trabajo.
-Pues lamento tener que hacer de su trabajo un fastidio, así como usted me fastidia la existencia.
-Créame cuando le digo que sólo quiero ayudar…
-¿Ayudar? ¿Quiere ayudarme o más bien sólo le importa ganar su sueldo?- el doctor no dijo nada, no es tan mal viejo después de todo- Si acaso es cierto eso que dice, entonces comience a ocuparse de mi madre. Ella es la del problema.
-¿Está usted jugando conmigo?
-Claro que no. Sabe qué, empiezo a dudar de usted. Si es un profesional, ya debió haberlo notado hace mucho…al menos antes que yo. Ella tiene un problema y no lo sabe.
Hubo silencio. Ya no había nada más que decir así que subí a mi habitación a dormir, pero no pude hacerlo; escuchaba sus voces, la de Watson y la de mi madre. Al parecer el doctor olvidó notificar a mamá de su problema, pero al menos recordó decirle que me encontraba bien y que no tenía que preocuparse por mí.
Mi madre no me ha preguntado nada sobre el cuaderno. De hecho no me ha dirigido la palabra. Tal vez quiere evitar que le diga algo que no quiere escuchar, como reclamarle sobre la visita del doctor. O no sé. Tal vez algún día llegué a ser un monstruos hasta para con mi propia madre.

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